lunes, 16 de febrero de 2015
Albóndigas de pescado, pero un poco orientales.
Hay unos ingredientes comunes para las cocinas orientales: limón, miel, tomate, berenjena, comino, cilantro y perejil, chiles picantes (a menudo formando picantes pastas),... Forman unas combinaciones maravillosas, que saben igual de bien tanto en verano - cuando te regalan una sensación de frescor, como en invierno - cuando desprenden esta suave sensación de calidez. Sabores algo dulces, algo picantes pero siempre llenos, muy llenas de una potente fusión de aromas.
Una receta muy parecida se puede encontrar en el libro de Yotam Ottolenghi y Sami Tamami "Jerusalem". La hice hace mucho tiempo, siempre la he tenido en mi cabeza como una apuesta alternativa para bacalao/merluza. Dado que en realidad no tenía pensado hacer este plato y el único ingrediente seguro que había comprado el día anterior era el bacalo, pensé guiarme no por la receta original del libro sino simplemente por mis recuerdos de ella y de los sabores que probado en Marruecos, Egipto y Turquía y unos tantos restaurantes libaneses.
Albóndigas de pescado blanco, con un toque oriental.
Para 2 personas.
250g de bacalao fresco o merluza (sin piel)
1 huevo
pan rallado
cilantro (o perejil)
1 cebolla
1 diente de ajo
400g de tomate pelado / triturado / troceado
1/2 chile rojo (si puede ser de los que no pican TANTO)
medio limón
miel
comino (molido o entero triturado en un mortero)
sal
aceite
para acompañar: arroz.
Podemos empezar por la salsa: pelamos y picamos muy finamente la cebolla y el ajo, Reservamos la mitad de la cebolla, la otra mitad y el ajo los pochamos en una olla con aceite hasta que queden tiernos. Añadimos el chile rojo picado y el comino, sofreímos un rato y echamos los tomates. Dejamos cocer a fuego lento (vamos a remover la salsa mientras seguimos trabajando con las albóndigas).
Para preparar las albóndigas, picamos la carne de pescado muy finamente, de manera que podamos formar las albóndigas con ella. Añadimos la otra mitad de cebolla, el cilantro/perejil picado, el huevo, más o menos la mitad de jugo del medio limón, sal y pan rallado y amasamos, hasta obtener una masa lo suficientemente firme como para poder hacer las albóndigas (pero, para evitar que se nos quede demasiado seca, vamos echando el pan rallado poco a poco; en el caso que de todas formas la masa nos parezca al final demasiado seca podemos añadir un poco de leche). Formamos las albóndigas - las mías tenían unos 3-4 cm de diámetro y 1.5 cm de grosor (deberían salir unas 5). Las rebozamos ligeramente con pan rallado y dejamos de momento de lado.
Mientras estamos preparando las albóndigas, removemos de vez en cuando la salsa. Cuando tengamos las albóndigas ya preparadas, volvemos a comprobar cómo va. Si vemos que necesita algo más de tiempo (es aguosa, el tomate es muy ácido) podemos guardar las albóndigas en la nevera mientras la salsa se está terminando de hacer. Cuando esté a punto, la volvemos a sazonar con sal (si hace falta), añadimos una cucharadita de miel y exprimimos el resto de jugo de limón y si nos parece, le echamos un poco más de comino. Si tiene mucha agua, podemos dejarla cocer un poco más sin tapa, mientras vamos friendo las albóndigas en una sartén a fuego medio-alto unos 3 minutos de cada lado (o si siguen muy blancas un poco más). Una vez las albóndigas están hechas y han cogido color, las transferimos a la olla con la salsa y dejamos cocer sin remover unos 3-5 minutos más sobre un fuego muy bajo. Servimos con arroz.
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