martes, 31 de enero de 2012

Un buñuelo de viento, pero diferente.




Iba a ser una sugerencia corta, pero al buscar la correspondencia nominal en diferentes idiomas de esta cosa TAN buena, me he tropezado con unas (otras más) curiosidades. El padrón de las curiosidades que uno va descubriendo mientras investiga las recetas o artículos sobre comida suele ser semejante y la conclusión es siempre la misma: resulta en un asombro sobre la universalidad de las invenciones y gustos culinarios, tanto en la dimensión cronológica como geográfica. 


El origen de esta cosa TAN buena no se conoce muy bien, dicen que llegó hace 400 años a Francia desde Italia (esta cosa, junto con la historia de los macarrones, me hace pensar que los franceses han sido un poco tramposos con lo de ser LOS grandes pasteleros).  En fin, el hecho es que cuatro siglos más tarde esta cosa TAN buena se come por toda Europa. En dimensiones más grandes o pequeñas, con diferentes tipos de relleno (crema, nata, helado...) y cobertura (caramelo, chocolate o simplemente azúcar glas...): profiterole, Windbeutel, choux à la crème, puff, ptyś, větrník... y además, seguro que tanto en República Checa como Alemania o Italia dirán que es un dulce típico.
En España, ha sido un poco maltratado y el resultado de aquel maltrato no es precisamente el mismo placer gustativo ya que la ligera pasta (la pâte à choux) en vez de cocerse se fríe (de hecho, el nombre español viene del  nombre de un dulce judío frito en forma de bola: bimuelo).


Creo que no hace falta que diga que soy fan de la ligerísima versión horneada.
Lo que sí hace falta es decir que hacerlos en casa es mucho más fácil de lo que parece. De verdad. 



Para unos 25 bollos (de tamaño de una manzana no muy grande) nos hacen falta:
100 g de mantequilla
200 g de harina
250 ml de agua
5 huevos
una pizca de sal.


En una cazo cocemos el agua con la mantequilla, hasta que la mantequilla se derrita. Añadimos la harina y la sal, mezclamos bien, removiendo con una cuchara de madera hasta que desaparezcan los grumos, y reservamos. Cuando la masa haya perdido un poco de temperatura, añadimos los huevos, echando uno por uno mientras estamos mezclando la masa con una amasadora (o si no la tenemos, se puede hacer perfectamente a mano; si usamos la amasadora mejor con las varillas espirales que las de batir). La masa debe quedar homogénea, pegajosa pero elástica.
En una bandeja de horno con papel de hornear (o si no tenemos, untamos la bandeja con una fina capa de mantequilla) colocamos +/- media cuchara de masa por buñuelo, dejando una distancia de unos 2-3 cm entre cada uno (los bollos van a crecer bastante, llegando casi a triplicar su volumen, así que hay que dejarles un poco de espacio para ello). 
Horneamos unos 35 minutos a 200ºC, hasta que estén dorados. Importante: si empiezan a coger demasiado color antes del tiempo, bajar la temperatura. No debemos abrir el horno antes de que estén bien hechos - ¡se van a "colapsar"! 




Se pueden rellenar con manga pastelera, es decir enteros sin abrir - metiendo la boquilla de la manga entre los pliegues, o abiertos (cortados) a la mitad. Para el relleno de nata, para 25 buñuelos nos harán falta unos 700 ml de nata de montar + unas dos cucharas de azúcar glas. Una vez rellenos, espolvorear con un poco de azúcar glas por encima.

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