domingo, 19 de febrero de 2012

Emperador con salsa diabólica.




El emperador suele prepararse de na manera muy sencilla: a la plancha y tomar por ejemplo con el aliño verde, de ajo y perejil. Es un pescado muy sabroso con una textura muy característica y la verdad que no necesita mucha ayuda para complacer los paladares e incluso solo, hecho a la plancha, con un poco de sal marina, es perfecto. De hecho, siempre lo había comido preparado de esta forma.

Para variar un poco esta vez, primero pensé en hacerlo de alguna otra manera, como por ejemplo a la andaluza. Pero, en realidad quería apreciarlo por lo que es y disfrutar su esencia, sin contaminar demasiado su sabor. 
Así, decidí preparar una salsa para acompañar - y en vez de invadir demasiado su independencia gustativa ofrecerle una atributo que simbolizara (tanto por el color como sabor) su lado guerrero (su nombre científico: gladius significa "el gladiador"): salsa roja con pimienta verde. 

Salsa roja con pimienta verde (para dos filetes):
6 pimientos de piquillo 
100 ml de tomate triturado (si nos queda de otra vez) / 1 tomate pera grandote bien maduro (para no tener que abrir una lata entera)
1 cuchara de aceite para freír
un chorrito de buen aceite virgen extra
pimienta verde
pimienta recién molida
1 cucharadita de miel.

Si usamos tomate fresco, le quitamos la piel* y lo cortamos en cubitos muy pequeños. 
En una sartén o cazuela calentamos el aceite; lo freímos (o el tomate triturado) a fuego bajo el tomate hasta que pierda el líquido y tenga consistencia de puré (unos 10 minutos). Añadimos los pimientos y seguimos friendo a fuego lento hasta que se deshagan. Añadimos la miel y una generosa dosis de pimienta recién molida, removemos. Al final añadimos unas cuantas bayas de pimienta verde, quitamos del fuego y añadimos un pequeño chorrito de un buen aceite virgen extra. 
Servimos con los filetes hechos a la plancha. 

* aunque a lo mejor la manera más rápida de conseguirlo es usar un pelador de tomates, existe también un truco antiguo muy sencillo: ponemos el tomate en un vaso (o si fuesen más, en una cazuela), cubrimos con agua hirviendo, dejamos unos 5 minutos. Sacamos el tomate, lo pinchamos con la punta de un cuchillo. La piel debería romperse y, si el tomate está bien maduro, dejarse quitar fácilmente. Si no fuese así, repetimos el baño con el agua hirviendo. 

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