Es la madre de todas las sopas, una base para muchísimas salsas, un ingrediente imprescindible a la hora de preparar risottos, un elemento esencial en muchas, muchas recetas.
El caldo.
Caliente, aromático, sabroso. El caldo de verdad, la esencia robada a la carne y a la verdura después de horas de una lenta cocción. Fácil, muy fácil en preparación, lo único que necesita es algo de tiempo, pero para hacerse prácticamente solo.
Perfecto para un día frío. O como dieta para un enfermo. De hecho, en mi cabeza es uno de los primeros remedios caseros para cualquiera que sufra de catarro o gripe.
Esta vez hemos caído dos a la vez, el hermano de mi Querido y yo.
Y he tenido que pensar que lo que nos hacía falta era el caldo. Un caldo fuerte: un caldo de gallina.
Para 4 personas.
½ gallina*
2 zanahorias
½ puerro
dos ramas de perejil
2 dientes de ajo
1 pimiento de cayena / chile rojo
2 hojas de laurel
2 bayas de pimienta de Jamaica (si tenemos)
sal
pimienta
agua.
En una olla metemos la carne, las verduras peladas / lavadas (para lavar el puerro, lo cortamos a lo largo y lavamos con abundante agua teniendo cuidado con que no quede tierra entre sus hojas) y las especias, las cubrimos con 2 litros de agua.
Ponemos la olla a fuego alto. Cuando el agua llegue a ebullición, bajamos el fuego y dejamos el caldo a fuego muy lento (debería apenas hacer burbujas) durante unas 4 horas, con la tapa puesta. Si en la superficie se ha creado espuma (probablemente ha pasado cuando el agua llegó a hervir), la quitamos.
El caldo debería tener un sabor ligeramente dulce, pero a la vez fuerte, nunca insípido (que pasará si lo cocemos durante poco tiempo o tiene demasiada agua). Si durante su cocción vemos que se ha reducido demasiado y es muy grasiento, añadimos más agua.
Pasamos por un colador. Servimos con pasta fresca y perejil picado (¡extra dosis de vitamina C!).**
* alternativa: pollo o carnes mezcladas: muslito/ala de pollo y / o pavo, ternera.
** sugerencias alternativas: cualquier otro tipo de pasta seca o tortellini.