jueves, 29 de marzo de 2012

Caldo casero. Por ejemplo, con pasta fresca.





Es la madre de todas las sopas, una base para muchísimas salsas, un ingrediente imprescindible a la hora de preparar risottos, un elemento esencial en muchas, muchas recetas. 


El caldo. 


Caliente, aromático, sabroso. El caldo de verdad, la esencia robada a la carne y a la verdura después de horas de una lenta cocción. Fácil, muy fácil en preparación, lo único que necesita es algo de tiempo, pero para hacerse prácticamente solo. 


Perfecto para un día frío. O como dieta para un enfermo. De hecho, en mi cabeza es uno de los primeros remedios caseros para cualquiera que sufra de catarro o gripe.


Esta vez hemos caído dos a la vez, el hermano de mi Querido y yo.
Y he tenido que pensar que lo que nos hacía falta era el caldo. Un caldo fuerte: un caldo de gallina. 


Para 4 personas.
½ gallina*
2 zanahorias
½ puerro
dos ramas de perejil
2 dientes de ajo
1 pimiento de cayena / chile rojo
2 hojas de laurel
2 bayas de pimienta de Jamaica (si tenemos)
sal
pimienta
agua.

En una olla metemos la carne, las verduras peladas / lavadas (para lavar el puerro, lo cortamos a lo largo y lavamos con abundante agua teniendo cuidado con que no quede tierra entre sus hojas) y las especias, las cubrimos con 2 litros de agua. 
Ponemos la olla a fuego alto. Cuando el agua llegue a ebullición, bajamos el fuego y dejamos el caldo a fuego muy lento (debería apenas hacer burbujas) durante unas 4 horas, con la tapa puesta. Si en la superficie se ha creado espuma (probablemente ha pasado cuando el agua llegó a hervir), la quitamos.

El caldo debería tener un sabor ligeramente dulce, pero a la vez fuerte, nunca insípido (que pasará si lo cocemos durante poco tiempo o tiene demasiada agua). Si durante su cocción vemos que se ha reducido demasiado y es muy grasiento, añadimos más agua. 
Pasamos por un colador. Servimos con pasta fresca y perejil picado (¡extra dosis de vitamina C!).**

* alternativa: pollo o carnes mezcladas: muslito/ala de pollo y / o pavo, ternera.
** sugerencias alternativas: cualquier otro tipo de pasta seca o tortellini. 

martes, 27 de marzo de 2012

Los easy riders vienen a cenar. Un mini-catering.





El primer mini-catering de febrero para la sesión del mini-cine-forum motero fue el primer intento de cocinar "por encargo". De manera informal, pasándolo bien, pero al final, haciendo un trabajo de cocina por encargo. Admito: me estresé un poco.
Todo salió bien y la sesión se volvió a hacer un mes más tarde. Los chicos organizaron una sesión nueva, esta vez con Fonda, Hopper y Nicholson. Y volvieron a invitarme a preparar un pequeño aperitivo. 

En el menú: tarta parmigiana, hojaldre con espincas y bechamel, biscotes de parmesano y pimientos asados, palillos de hojaldre con semilla de amapola y parmesano. 

Tarta parmigiana. 
Para molde redondo de 26 cm*. 
1 paquete de pasta quebrada 
1 berenjena grande 
500 ml de tomate triturado
1 mozzarella
paremsano rallado 
albahaca fresca
aceite para freír.

Para el "contenido" de la tarta seguimos las instrucciones para la parmigiana de berenjena.  Una vez que tengamos las berenjenas y la salsa preparada, montamos la masa quebrada en el molde (con la base cubierta con papel de hornear) y la horneamos unos 10-15 minutos  en 170º C. 
Una vez horneada la masa, montamos la tarta según la receta de parmigiana y horneamos otra vez todo junto unos 40 minutos a 200º C.
Dejamos enfriar un poco, se puede preparar incluso un día antes. Está rica tanto caliente como fría.

* Podemos usar también un molde / fuente rectangular, aunque a mí me gustan los redondos desmontables (es más fácil sacar la tarta + la masa quebrada suele venderse en hojas de forma de círculo). Si usamos uno redondo de 26 cm la masa va a llegar a cubrir las paredes hasta la mitad o un poco más que la mitad, es suficiente; intentamos "pegar" la masa a las paredes, en contrario al hornearse se va a caer hacia dentro. Antes de meter el molde en el horno, pinchamos la masa con un tenedor. 


Hojaldre de espinacas y bechamel.
Para una bandeja de horno.

2 paquetes de hojaldre
500 g de espinacas frescas
1 cebolla
2 dientes de ajo
mantequilla para sofreír
250 ml de leche
35 g de harina de trigo
35 g de mantequilla
1 huevo
jamón de pavo (unas 8 lonchas)
sal
pimienta
nuez moscada.

Para preparar el relleno, seguimos las instrucciones para el relleno de bechamel con espinacas, aunque sin llegar a mezclar la bechamel con las espinacas. He usado la mitad de las cantidades de bechamel de la receta para las crêpes y fueron suficientes. 
En la bandeja de horno (cubierto con papel de hornear) ponemos una de las hojas de hojaldre. Encima del hojaldre colocamos las lonchas de jamón, las untamos con la salsa, por encima echamos las espinacas. Cubrimos con la otra hoja de hojaldre y cerramos los bordes aplastándolos un poco. 
Untamos el hojaldre con el huevo, batido ligeramente con un tenedor. 

Horneamos unos 25 minutos a 170º C, hasta que el hojaldre esté dorado. Dejar enfriar un poco. Servir frío o caliente. 


Palillos de hojaldre con semilla de amapola y parmesano.
(receta inspirada en Poppy seed-parmesan cheese straws, de "Baking handbook", Martha Stewart)
1 paquete de hojaldre
parmesano rallado (3 puñados más o menos)
semillas de amapola (3 puñados más o menos).

Desmenuzamos de manera uniforme por encima del hojaldre el parmesano, pasamos por encima el rodillo (si no tenemos, podemos usar una botella de vidrio), hasta que el parmesano se "agarre" bien al hojaldre. Con cuidado, damos vuelta al hojaldre, repetimos la misma maniobra con semillas de amapola.
Dejamos en la nevera 30 minutos.

Cortamos el hojaldre en medio a lo largo de la hoja, y luego verticalmente en tiras de 1 cm de ancho. 
Damos dos vueltas a cada tira sujetando una sus las puntas, creando de esta manera  una espiral. Pegamos las dos puntas de cada tira al papel de hornear presionándolas un poco contra el papel. 
Horneamos a 180º C unos 15-20 minutos, hasta que los palillos estén dorados.



Oil 13 Classics and Racers en el "13", c/ Barco, 41, Madrid.


jueves, 22 de marzo de 2012

Desayuno + primavera = huevos à la vienesa.


 

Me encantan desayunos salados. Aquí en el Sur no son tan populares, sí, se suelen ofrecer croissants con jamón y queso, o pan con tomate y jamón, pero. 
En el Norte, en cambio, un desayuno salado es algo normal. Sí, también se desayunan lácteos, cereales, dulces: bizcochos, bollería etc, pero: una rebanada de pan con mantequilla, embutido, queso, tomate, pepino... huevos, cocidos o revueltos,... 


Me encantan desayunos salados y me encanta hacer desayunos largos los fines de semana (porque es solo entonces cuando me los puedo permitir). 
Además: hace sol, es primavera, en la maceta del balcón acaba de salir cebollino... Y dentro de nada, Pascua. Es decir: para un lento desayuno de fin de semana toca huevo à la vienesa


Es fácil, es rápido, está buenísimo. En Viena misma se llaman huevos "en vaso" (Eier im Glas). Hay dos maneras de prepararlos, a lo mejor la otra es más elegante pero yo los he hecho siempre así:


Huevos è la vienesa.
Por persona:
2 huevos
1 cucharadita de mantequilla
sal
pimienta
cebollino (opcional).


Otros opcionales: albahaca, ajo picado, pimentón dulce, picante, etcetcetc... 


Cocemos los huevos: las claras deben cortarse y las yemas quedar líquidas. Yo suelo poner los huevos en agua fría, y desde que el agua empiece a hervir, los dejo cocerse durante 3 minutos (para huevos medianos, si son grandes, incluso 4 minutos). 
En la versión 2 de la receta, que yo personalmente no practico, los huevos se cuecen en un mini-baño María: se ponen en un vaso, el vaso dentro de un cazo con agua sobre fuego hasta que se corten las claras. Admito que igual es un método más fácil, ya que de esta forma se puede ver exactamente cuando los huevos están en su punto, así que no nos arriesgamos pasarnos ni quedarnos con unos huevos medio crudos.


Pasamos los huevos pelados a un vaso (si no se han hecho en él), añadimos la mantequilla, sal, pimienta (recién molida), cebollino picado. Servimos calientes. 




lunes, 19 de marzo de 2012

Crepes con relleno de espinacas y bechamel.


Pobres espinacas. 
Toda la gente que las odia. Todos los niños que las odian y al hacerse mayores, les siguen guardando rencor. 
Tienen un sabor muy fuerte, casi metálico, sí. 

Me acuerdo que de niña las comía con puré de patata con huevo frito. Tenían consistencia de crema espesa, se cocinaban con cebolla, mantequilla y leche. Me gustaban y las detestaba a la vez. Sabían demasiado a espinacas me imagino. Y tenían esta consistencia de papilla. Y este color tan verde... 

De mayor, me encantan.
Si no apetecen como guarnición o ensalada, pueden usarse para hacer rellenos. 
Por ejemplo con salsa de bechamel,  para unas crêpes gratinadas al queso de cabra.


Crêpes con relleno de espinacas y bechamel. 
Para 8-10 crêpes de 22 cm.

Crêpes:
2 huevos
300 ml de leche
150 g de harina
50 g de mantequilla derretida 
1 pizca de sal.

En un cuenco, mezclamos usando una varilla todos los ingredientes hasta obtener una masa líquida (de consistencia de nata más o menos) y homogénea, sin grumos. 
Reservamos en la nevera (mín. 2 horas si puede ser, hasta un día).

Mientras la masa se está enfriando, preparamos el relleno.  

Espinacas:
500 g de espinacas frescas
1 cebolla mediana
2 dientes de ajo
un poco de mantequilla para sofreír
sal
pimienta.

Lavamos y escurrimos muy bien las espinacas, quitándoles todo el agua que podamos. Rompemos las hojas en trozos más pequeños, quitamos los tallos más grandes, hojas secas, etc. 
Picamos la cebolla y el ajo. En una olla bastante grande derretimos la mantequilla, sofreímos la cebolla a fuego lento hasta que quede tierna. Añadimos las espinacas - si no caben todas a la vez, poco a poco según vayan reduciendo el volumen. 
Añadimos el ajo picado y seguimos quisando hasta quelas espinacas estén hechas y evapore todo el líquido / agua. 
Sazonamos con sal y pimienta recién molida. 


Salsa bechamel:
500 ml de leche
70 g de harina
70 g de mantequilla
1 pizca de sal
1 pizca de nuez moscada.

Un truco muy útil: usar varilla y leche caliente. 
Derretimos la mantequilla. Añadimos la harina, removemos hasta que estén bien mezcladas. Removiendo todo el tiempo con una varilla, vamos echando poco a poco la leche caliente, hasta conseguir una salsa homogénea y espesa. Sazonamos con una pizca de sal y nuez moscada. 

Juntamos las salsa con las espinacas. 

Hacemos las crêpes: las freímos con una gotita (literalmente) de aceite (¡la masa ya lleva bastante mantequilla!) en una sartén bien caliente.  Podemos usar una cuchara sopera (de las de servir la sopa), por cada crêpe echamos entonces más o menos ¾ o un poco más de la cuchara (si usamos una sartén más pequeña, ajustamos la cantidad según haga falta). 

Una vez hechas las crêpes, untamos cada una con el relleno de espinacas y bechamel, enrollamos, colocamos en una fuente. 

Salsa para el gratinado:
100 ml de nata
50 g de queso de cabra.

Desmenuzamos es queso de cabra, juntamos con la nata. Echamos por encima de las crêpes colocadas en la fuente.

Gratinamos a 200º C durante unos 10 minutos.




miércoles, 14 de marzo de 2012

Pumpkin curry. Un recuerdo de un bello viaje.


Fue un viaje precioso, fascinante, rico. 


Muy rico.
Me encantan los currys, pero hasta aquel viaje solo había probado los de mi barrio multicultural. En Dambulla, una ciudad en el centro de la isla,  el segundo día del viaje probé el primer curry auténtico esrilanqués; a primera vista me sorprendió - la mesa estaba llena de cuencos pequeños, en cada uno un curry diferente y todos vegetales, ninguno llevaba carne. ¿Y el pollo? ¿Cordero? ¿Nadie come carne en Sri Lanka? - pensaba, dando vueltas a los butterchickens y corderos con espinacas del restaurante indio unas calles más abajo de mi casa en Madrid. ¿Será una versión light del menú curriano europeo? Hm. 
Pensaba que la comida iba a ser aburrida y poco saciante. Nada menos. Cada uno de los cuencos contenía una versión de curry diferente, cada una llena de sabores y aromas. En una combinación perfecta. 


En Sri Lanka los currys son efectivamente en su mayoría vegetales. Aunque se puede encontrar también currys de pescado, marisco y pollo, reinan los de berenjena, patata, lentejas, judías... o un plato tan curioso como curry de huevo. Por lo general en la cocina predominan especias, verduras y legumbres que van acompañados sobre todo con arroz, el consumo de carne está reducido al mínimo. Aun así,  la cocina es muy variada y muy, muy rica. 


En Galle, una ciudad al sur, una antigua colonia portuguesa cuya decadencia la hace parecerse más a Cuba que a una ciudad en Asia, entramos en una preciosa tienda con objetos artesanos de decoración de casa. Ahí encontré un libro de cocina esrilanquesa bellísimo: Serendip. My Sri Lankan kitchen de Peter Kuruvita. Decidí no comprarlo, pensando que era un gasto exagerado y que de cualquier manera no me iba a servir. En aquella época los libros de cocina ocupaban a lo mejor la cuarta parte del espacio que ocupan ahora. Al final a Madrid me traje solo un paquete de pimienta blanca y alguna otra especia, y otro de té. 


Me arrepentí. Y luego lo encontré a mitad de precio en una tienda por internet. 
Ahora lo tengo en casa.


La mayoría de recetas hay que modificarlas por lo menos ligeramente: no es fácil encontrar hojas de curry frescas o copos de pescado de las Maldivas en España... Pero nos podemos apañar engañando un poco a la tradición. 




Curry de calabaza.
Receta inspirada en Pumpkin curry. Serendip. My Sri Lankan kitchen de Peter Kuruvita.
Para 2 personas. 


400 g de calabaza
media cebolla
1 diente de ajo
medio chile verde picante (o más, sin nos gusta picante)
1 cuchara de arroz
1 cucharadita de comino
1 cucharadita de semillas de cilantro
1 cucharadita de mostaza
1 cucharadita de curry en polvo
100 g de crema de coco
2 cucharas de salsa de pescado (si no tenemos, podemos sazonar con sal)
agua / leche / leche de coco.


Tostamos el arroz en una sartén pequeña (sin aceite). En un mortero, mezclamos el arroz tostado con las semillas de cilantro y comino. Lo trabajamos hasta conseguir un polvo relativamente fino. Si preferimos, podemos usar también un molinillo.
Picamos la cebolla en cubitos muy pequeños, la sofreímos con un poco de aceite. Juntamos con las especias y la mostaza en el mortero, trabajamos un rato más intentando conseguir una pasta homogénea. Reservamos. 
Cortamos la calabaza en dados de 1.5 cm. Vertimos en una sartén la mezcla de especias con cebolla, el ajo picado, la crema de coco (si es muy espesa, la diluimos con un poco de agua templada) y la calabaza. Dejamos cocer a fuego bajo, añadiendo un poco más de agua / leche / leche de coco (según gusto y/o el contenido de nuestra despensa) según haga falta, hasta que la calabaza quede tierna (unos 30 minutos). Sazonamos con la salsa de pescado / sal.
Servimos con arroz de grano largo. 



viernes, 9 de marzo de 2012

Coles de bruselas.



No cabe ninguna duda: no es el vegetal más querido en el Mediterráneo. Hasta hace poco, era casi imposible encontrarlo en las fruterías. Se vendía alguna vez en algún supermercado como una verdura prácticamente exótica. 


Que se venda ahora en casi todas las fruterías, podría ser por la influencia de la inmigración centroeuropea, aunque en realidad en mi barrio por ejemplo ésta viene de un Este mucho más lejano, donde tampoco se conoce... 
Cuando las preparé por primera vez, mi Querido no sabía bien qué hacer con el contenido de su plato; ahora, le encantan (de hecho ha confesado que era una de las cosas que si no hubiera sido por mí, nunca jamás en su vida se le ocurriría comer...).


Bien. 
Es comprensible. Como explica el fabuloso libro de Nigel Slater, Tender, las coles de bruselas nunca han sido propias del Sur, ya que para crecer necesitan frío y hasta bastante frío. El frío, dice Slater, "crea" las coles de bruselas: les quita el amargor y a nosotros nos da ganas de comérnoslas (como tantas otras cosas de un sabor bastante fuerte, que probablemente no nos resultarían atractivas en temperaturas más altas).


Pueden servirse de la manera más sencilla - por ejemplo acompañando cualquier tipo de carne, cocidas y con un poco de mantequilla o con pan rallado dorado en mantequilla. 


Si las preparamos de la siguiente manera, pueden funcionar perfectamente como un plato único. 


Coles de bruselas gratinadas con queso azul.
Para 2 personas:
500 g de coles de bruselas
100 g de queso azul (roquefort u otro, como siempre a poder ser de leche cruda)
250 ml de nata
1 cucharadita de mostaza de grano 
un puñado de parmesano rallado
pimienta recién molida
una pizca de sal.


Las coles de bruselas deben cocerse muy poco tiempo, de esta manera se evita que su fresco color verde se convierta en un feo verde marrón y que llenen la casa de un olor muy fuerte (las coles tienen un alto contenido de azufre). 
Les quitamos las hojas exteriores más duras y la parte más dura de la base. Para una cocción más rápida, podemos cortarlas a mitad, sobre todo si no son muy pequeñas. Ponemos el agua a hervir con una cucharadita de sal, en cuando llegue a ebullición, metemos las coles en el agua. Desde que el agua vuelva a hervir, las dejamos cocer 2 minutos.
Sacamos, escurrimos, pasamos a una fuente. 
Preparamos la salsa de queso: mezclamos la nata con el queso azul desmenuzado y la mostaza. Cubrimos las coles con la salsa, espolvoreamos con pimienta recién molida y el parmesano rallado. 
Metemos en el horno precalentado a 180ºC, horneamos hasta que se doren y la salsa empiece a burbujear. 


jueves, 8 de marzo de 2012

Roulade con mousse de chocolate.


Tocaba otra comida de domingo. Y después de la tarta de chocolate de la Señorita Dahl se me pedía otro postre de chocolate. 
Por lo que buena, buenísima sea la tarta de chocolate madre de todas las tartas de chocolate...  
...decidí probar una cosa nueva. 


Una roulade. Como tenía que ser de chocolate, pues así se hizo.


Es un postre "previsto". Se debe preparar el día anterior, o incluso se puede empezar a preparar con dos días de antelación.
El primer día toca hacer la mousse.
El segundo día hacer el bizcocho y montar la roulade.
El tercer día, hacerla desaparecer.


Y así se hace:
Roulade de chocolate, con relleno de mousse de chocolate.
(receta modificada: Mocha roulade, "Baking handbook" de Martha Stewart)
Para el bizcocho:
35 g de cacao negro (amargo) y un poco más para preparación de la roulade
35 g de harina blanca
6 huevos grandes
150 g de azúcar
1 cuchara de café fuerte (hecho)
Para la mousse:
375 ml de nata de batir
170 g de chocolate negro (70%)
2 cucharas de café fuerte (hecho)
50 g de azúcar
4 yemas.


Es imprescindible preparar la mousse con antelación, a poder ser incluso ya dos días antes de servir la roulade, o por lo menos unas 5 horas antes de montarla. 
Montamos la nata, reservamos en la nevera. 
Fundimos el chocolate: lo partimos en trozos pequeños en un cuenco, lo colocamos encima de una olla pequeña con agua hirviendo (a fuego medio-alto), sin que el cuenco toque el agua. Reservamos.
Batimos las yemas hasta que queden espumosas y casi blancas. Seguimos batiendo echando poco a poco azúcar y después, en un chorrito fino y constante, el chocolate fundido y el café. 
Con una espátula, añadimos a la mezcla poco a poco la nata batida; mezclamos el tiempo justo, solo hasta conseguir una masa homogénea. 
Guardamos en la nevera durante mínimo 5 horas y hasta 1 día. 


Para el bizcocho, separamos las claras de las yemas. Batimos las yemas hasta que queden espumosas y blancas. 
Batimos las claras a punto nieve. Seguimos batiendo, añadiendo muy poco a poco el azúcar. 
Mezclamos las yemas y las claras batidas, añadiendo con una espátula muy poco a poco las claras a las yemas, otra vez solo el tiempo justo para mezclar las dos masas. Añadimos el café y removiendo la masa con mucha delicadeza y, si puede ser pasando por un tamizador, la harina mezclada con el cacao. 
Traspasamos la masa a la bandeja de horno con papel de hornear (debería tener un tamaño de 45x30 cm más o menos). Extendemos la masa con una espátula encima del papel. Metemos en el horno precalentado a 170º C unos 12-15 minutos. El bizcocho en su punto debería dejarse despegar del papel con facilidad, pero manteniendo su elasticidad, es decir sin hornearse/secarse demasiado.
Mientras el bizcocho está en el horno, cogemos un paño de cocina limpio y lo espolvoreamos con cacao. 
Sacamos el bizcocho del horno, y lo colocamos encima del paño sobre la parte cubierta con el cacao (con el papel de hornear hacia arriba). Quitamos el papel con cuidado, poco a poco, sin romper el bizcocho.
Enrollamos el bizcocho, con el paño - metiéndolo dentro del rollo, dejamos enfriar. Una vez frío, lo desenvolvemos y extendemos la mousse encima con una espátula, dejando un pequeño margen de aprox. 1 cm a todos los lados. Enrollamos otra vez, quitando el paño mientras vayamos creando así un rollo, sin aplastarlo demasiado pero con suficiente "determinación" como para crear una roulade compacta. El borde que la cerrará debería quedar por debajo, "aplastado" por el peso del pastel. 
Dejamos enfriar en la nevera, mínimo un par de horas y hasta un día. 



sábado, 3 de marzo de 2012

Potaje de col y lentejas con chorizo.

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Ha sido una invención espontánea, una solución óptima para los pocos recursos que tenía a mi disposición y la mucha hambre que sufrían nuestros estómagos. 


Al final he creado una especie de bigos mediterráneo - un plato que une la fuerza centroeuropea con la calidez mediterránea, con un sabor igual de fuerte pero con un contenido mucho más ligero y basado en ingredientes típicos. Y, de una preparación mucho más rápida (el original puede cocerse durante días - ¡cuantos más, mejor!...).


En la receta se pueden introducir varias modificaciones, según gusto. Por ejemplo, se puede eliminar carne y crear así un plato vegetariano, o al contrario - echar más proteína animal (en la receta la hay muy poca, solo para dar un poco de sabor), aumentando la cantidad de carne o incluso mezclando carnes (carne picada, panceta, salchicha, ternera, etc...). 
Siguiendo las instrucciones de abajo, conseguiremos un plato bastante picante; si no nos gusta tanto el picante, podemos sustituir el chorizo picante con dulce, echar menos concentrado de tomate y más tomate fresco, omitir el vino. 


Aunque parezca un plato un poco pesado  para el sistema digestivo (col, lentejas...), las muchas especias, en particular el comino, ayudan a la digestión. Al acompañarlo con un buen pan, conseguimos un plato muy equilibrado. 




Potaje de col y lenteja con chorizo picante. O: bigos mediterráneo. 
Para 4 personas.

½ cabeza de col blanca
150g de lentejas 
100 g de doble concentrado de tomate (el único que he encontrado en España de momento es de la marca Hacendado)
5 tomates cherry grandotes
50g de chorizo picante
1 diente de ajo
1 vaso de vino tinto
2 cucharaditas de miel (o un poco más)
1 cuchara de comino
2 hojas de laurel
2 bayas de pimienta inglesa (si no tenemos - se puede omitir)
1 vaso de agua (o un poco más)
sal 
pimienta.

Si cocinamos de manera planificada, ponemos en remojo las lentejas unas horas antes de empezar a cocinar. Si nos decidimos en el último momento, podemos usar un truco: ponemos las lentejas en remojo solo unos minutos, pero les echamos agua hirviendo (justo para cubrir) en vez de agua fría.

Cortamos el chorizo en cubitos pequeñitos (por ejemplo, lonchas de medio centímetro cortamos en tres tiras y les damos otros tres cortes a lo ancho).  Freímos en una olla a fuego medio-lento hasta que suelten un poco de grasa y añadimos el diente de ajo pelado y machacado (si no vamos a echar carne/chorizo, usamos un poco de aceite). Añadimos el concentrado de tomate (si no tenemos, 1-2- tomates maduros, pulposos, como por ejemplo de tipo pera, cortados en cubitos pequeños), la pimienta inglesa, las hojas de laurel y el comino. Removemos, añadimos las lentejas y la mitad del vino. 
Cortamos la col en tiras de unos 3-5 mm. Echamos en la olla, removemos todos los ingredientes. Añadimos un vaso de agua y tapamos. 
Dejamos cocer a fuego lento, removiendo de vez en cuando; si hace falta, regamos con un poco más de agua. Cuando la col esté a punto (pasados unos 30 minutos), echamos la miel y la otra mitad de vino, sazonamos con sal y pimienta. Removemos, dejamos cocer otros 5 minutos. 



Está muy, muy bueno acompañado con buen pan recién hecho con mantequilla (la fuerza de sabor del potaje va muy bien con la frescura y suavidad de la mantequilla).


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viernes, 2 de marzo de 2012

Babka de plátano y calabaza (un pan de plátano reinventado).







Llevaba tiempo con ganas de volver a hacer un pan de plátano y cuando hace unos días vi en otro blog una receta inspirada en un este tipo de bizcocho, me entraron ganas de jugar un poco con la receta básica también a mí.


He sustituido una parte de la pulpa de plátano con pulpa de calabaza, y como un pequeño capricho, le he he echado también un poco de chocolate negro. Para variar, en vez de hornearlo en un molde rectangular, lo he hecho en un molde típico para las babkas del Este de Europa (redondo con agujero en medio).


Mmm...


Babka de plátano y calabaza:
300  de calabaza
2 plátanos medianos, muy maduros
200 g de harina
150 g de azúcar morena
60 g de mantequilla + un poco más para engrasar el molde
1 cucharadita de bicarbonato de sodio
50 gramos de chocolate negro (70%)
1 huevo
1 tapón de ron.


Horneamos la calabaza unos 60 minutos a 180º C. Le quitamos la piel y trituramos en un cuenco con los plátanos.
Mezclamos con los demás ingredientes:  el huevo, la mantequilla medio derretida, la harina, azúcar, el bicarbonato, un tapón de ron y el chocolate cortado en cachitos pequeñitos. Removemos bien para juntar todos los ingredientes. Pasamos al molde untado con mantequilla.
Horneamos 50 minutos a 180º C. Dejamos enfriar en el molde. 
He usado un molde redondo (con agujero en medio) de 20cm.